Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Reyes 4, 10-27

10 Vamos a hacerle una pequeña alcoba de fábrica en la terraza y le
pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y cuando
venga por casa, que se retire allí.»

11 Vino él en su día, se retiró a la habitación de arriba, y se acostó en

ella.

12 Dijo él a Guejazí su criado: «Llama a esta sunamita.» La llamó y

ella se detuvo ante él.

13 El dijo a su criado: «Dile: Te has tomado todos estos cuidados por
nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que hablemos en tu favor al
rey o al jefe del ejército?» Ella dijo: «Vivo en medio de mi pueblo.»

14 Dijo él: «¿Qué podemos hacer por ella?» Respondió Guejazí: «Por
desgracia ella no tiene hijos y su marido es viejo.»

15 Dijo él: «Llámala.» La llamó y ella se detuvo a la entrada.


16 Dijo él: «Al año próximo, por este mismo tiempo, abrazarás un
hijo.» Dijo ella: «No, mi señor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.»

17 Concibió la mujer y dio a luz un niño en el tiempo que le
había
dicho Eliseo.

18 Creció el niño y un día se fue donde su padre junto a los segadores.
19 Dijo a su padre: «¡Mi cabeza, mi cabeza!» El padre dijo a un

criado: «Llévaselo a su madre.»

20 Lo tomó y lo llevó a su madre. Estuvo sobre las rodillas de
ella
hasta el mediodía y murió.

21 Subió y le acostó sobre el lecho del hombre de Dios, cerró tras el
niño y salió.

22 Llamó a su marido y le dijo: «Envíame uno de los criados con una
asna. Voy a salir donde el hombre de Dios y volveré.»

23 Dijo él: «¿Por qué vas donde él? No es hoy novilunio ni sábado.»
Pero ella dijo: «Paz.»

24 Hizo aparejar el asna y dijo a su criado: «Guía y anda, no me
detengas en el viaje hasta que yo te diga.»

25 Fue ella y llegó donde el hombre de Dios, al monte Carmelo.
Cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: «Ahí
viene nuestra sunamita.

26 Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien tú? ¿Está
bien tu marido? ¿Está bien el niño?» Ella respondió: «Bien.»

27 Llegó donde el hombre de Dios, al monte, y se abrazó a sus pies; se
acercó Guejazí para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala,
porque su alma está en amargura y Yahveh me lo ha ocultado y no me lo ha
manifestado.»